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Sobre la niña sueca, blanca y rica.

Updated: Mar 28, 2020

Desde que era muy niña, siempre tuve la inquietud de que el mundo debería estar mal. Por muy normales que parecieran los actos de discriminación, violencia e irracionalidad, no podía entender el actuar y el pensar de los seres humanos. Sin embargo, lo que más frustración me generaba era pensar que yo no era la suficientemente fuerte o valiente para alzar mi voz y hacerme escuchar - al fin de al cabo en mi entorno, todo aquel que se saliera de los pensamientos comunes era criticado y fastidiado hasta el cansancio. Mi autoimagen me condenó al ostracismo social y tuve miedo de ser diferente y, peor aún, de expresar mi inconformismo abiertamente. El problema debía ser mío. Pensé que, quizá, en el mundo adulto encontraría un poco más de racionalidad que me permitiera entender que no estaba tan mal y abandonar el sentido de culpa que siempre me agobió, por ser diferente y por mi absurda cobardía. Hoy, a mis 29 años, y después de una vida llena de algunos triunfos y muchas derrotas, profesionales y personales, soy capaz de escribir mis pensamientos con claridad y expresarme de manera crítica; sin embargo, aún veo como el miedo me paraliza cada vez que alguien con más estudios o experiencia que yo me critica de manera arrogante, valiéndose para esto de su status quo. Así mismo, veo con vergüenza la falta de lógica en la argumentación de aquellos a quienes, supuestamente, debería admirar.


Fuente de la imagen: https://sostenibilidad.semana.com/impacto/articulo/greta-thunberg-espera-que-huelgas-sean-un-punto-de-inflexion-para-los-gobiernos/46807


Pero, ¿a dónde va todo esto? Hoy, una niña de 16 años, con síndrome de Asperger, tuvo la fortaleza de dar un discurso racional y consciente, lleno de liderazgo y concreción, con el carácter que yo nunca tuve; porque, aunque siempre fue mi sueño, a su edad yo prefería cambiar mi forma de ser para encajar en el orden establecido. Hoy, una niña recitó frente al mundo una gran cantidad de verdades incómodas, llamando a su generación a no dejar que siguieran destruyendo el mundo en el que van a vivir. Hoy, una niña se enfrentó a las críticas de un mundo salvaje que la destrozó sin piedad. Y yo escuché un montón de razonamientos absurdos de millones de adultos, que, aunque se llenan la boca “defendiendo” la inocencia y libertad de expresión de los niños, no les importó juzgarla con un montón de vulgares calificativos y teorías conspirativas que no le quedarían bien ni al mejor director de Hollywood. Hoy la juzgaron por ser muy joven, por ser muy rica, por tener una condición de autismo, por ser muy comunista, por ser muy capitalista, por ser muy cliché. Y yo solo pienso en toda la basura populista de unos y otros, que venden como lema el futuro de los jóvenes, pero apenas estos tratan de ejercer su liderazgo los callan con mentiras y sarcasmos. Es el discurso mediocre de aquel que no mueve el culo para hacer nada y critica a la persona que sí para restarle valor a su mensaje.


Me molesta de sobremanera el sistema en el que vivo y me sorprende el largo cuchillo de aquellos que manejan todo a su antojo mientras obtienen ganancias ilógicas que jamás traerán un poco de dignidad a sus vidas. Pero, aún más, me molesta entender que su opulencia se alimenta de la pereza de las mayorías, que se creen que lamiendo el culo de los que tienen el poder, algún día serán como ellos, como si eso les fuera a resolver su gran falta de amor propio y de razones para vivir. Me molesta ver, como les importan más las características banales de una persona que ejerce un liderazgo, que su propio mensaje, porque como siempre vale más la imagen que lo de fondo. Me molesta que crean que porque alguien tuvo la suerte de nacer en unas condiciones mejores debe quedarse conforme con las injusticias de su entorno. Me molesta que una enfermedad sea más importante que un movimiento, porque la forma más fácil de callar a quien se revela contra el sistema,l es dañar su reputación llamándolo enfermo, hippie, loco o histérico. Me molesta ver cómo tanta gente a mi alrededor, que nunca ha movido un dedo por ayudar a los demás o mejorar el mundo, usa a los pobres o desprotegidos para criticar a otros, pero la autocrítica les queda en pañales. ¡Entiendan, el mundo está mal y es también por culpa de su absurdo silencio!


Y sí, aunque Greta tiene mejores condiciones que la mayoría, le han robado su infancia a ella y su generación. Le han robado un mundo digno para crecer, como nos lo robaron a nosotros, aunque hayamos sido tan cobardes de callar y alinearnos al sistema; aunque seamos muy valientes para cuestionarlo todo en Facebook, pero nos hayamos acogido a sus religiones, y reglas económicas y sociales; aunque tengamos muchas ganas de violentarnos los unos a los otros, ideológicamente, pero no seamos capaces de respetar las luchas de otros; aunque la critiquemos por ser sueca, blanca y rica, mientras nuestros vecinos mueren de hambre en las calles y les cerramos las puertas a los extranjeros pobres, contribuyendo a que sus prioridades sean conseguir algo para comer a diario y no hacer revoluciones. Porque nos parece terrible que el rico se queje, como si en la vida todo se tratara de dinero, y luego exigimos dignidad al gobierno. Porque contribuimos a que el pobre no se pueda quejar (por aquello de sus prioridades) ya que nos molesta tener que compartir algo de humanidad con ellos. Porque somos cómplices directos de la maquinaria global, que se nutre de la infelicidad y pobreza de la mayoría. Porque nos duele que se hable públicamente de alguien que no sea nosotros, y destruimos su reputación con cada aspecto banal que podamos usar en su contra. Porque el problema está en nosotros mismos, y en nuestra necesidad de validación, victimización y autocomplacencia. Solo tenemos fuerzas para destruir a los pocos que hacen algo, mientras pasamos los noticieros con nuestro control remoto y nos repetimos a nosotros mismos, ¡Qué mal está el mundo!

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