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El vuelo del canario

Updated: Feb 5, 2020


Un pajarito engreído queda en libertad y lo primero que hace es buscar a la pajarita que escuchaba cantar desde su ventana. Una vez la encuentra, esta le dice que le gustan los pajaritos que más alto vuelan y él, en un intento de gallardía, intenta llegar hasta las nubes. En su marcha, y mientras alcanza la mayor altitud que un ave de su clase ha logrado jamás, se choca con el cielo. De pronto se escucha un ruido en el patio, yo corro a ver lo que sucede: el pajarito sonámbulo volvió a volar dormido.




- Miserables humanos, al fin comprendieron su lugar. Tal vez se percataron de que mi paciencia se estaba agotando y pronto destruiría esa horrible jaula. Pero ahora… SOY LIBRE. No tendré que suplicar por comida nuevamente. El MUNDO es mi banquete.

Un sonido familiar se escuchaba en la cercanía y el pajarito recordó una vieja promesa que había contraído.

- Mi dulce reina, mi hermosa doncella. Hacia ti me conducen tus bellos silbidos. ¿Esperabas mi salida y a eso debo tu nueva melodía?

- Mi galante caballero de plumas suaves y brillantes. Mi corazón se llena de alegría al verte fuera de aquellos mugrosos barrotes. Sin embargo, al ver la poca gracia que en tu vuelo demostraste, un leve suspiro entorpeció mi interpretación.

Al notar que la melancolía se apoderaba de sus ojos, mientras su pico giraba en otra dirección, juntó todo el valor que le quedaba después de tan desalentadora bienvenida. Entonces dijo:

- ¡Observad! ¡Estas alas me han dado la libertad! ¡Estas alas me llevarán al mismo sol! ¡Contemplad su majestuosidad porque con ellas llegaré donde ningún otro ser alado ha podido llegar! Espérame, doncella, y traeré de vuelta ramitas, de las que se esconden más allá de las nubes.


Preparó su vuelo y se lanzó al vacío; ella aguantó la respiración. Y, entonces, como un misil al firmamento se dirigió. El sol se reflejaba en sus alas y las nubes parecían abrirse ante su presencia. Ojos llenos de admiración lo impulsaban y su corazón cada vez más rápido palpitaba. Frente a sus ojos aparecía un árbol gigante que lo saludaba con las más acogedoras ramas que jamás había visto. Sus alas comenzaban a cansarse, pero eso no impediría que cumpliera su palabra. Aceleró su marcha y entonces…

Un estrepitoso ruido se escuchó en la cocina. La mesa estaba mojada y algunas cosas quedaron regadas en el suelo, entre ellas el control del televisor. La ventana estaba cerrada, y a través de las cortinas se podía observar el destello de la luna. “Parece que nuevamente el pajarito estaba volando dormido”.

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